Compañera, compañero, cada kilómetro recorrido, cada noche en la carretera, cada carga asegurada, cada viajero transportado, deja una huella imborrable en nuestros cuerpos y mentes.
Nuestros años al volante no son simples jornadas laborales; son una acumulación constante de tensión, de riesgos, de ritmos irregulares que desgastan física y mentalmente y minan nuestra salud.
Mientras otros trabajos disfrutan de condiciones menos exigentes, nosotros enfrentamos la dureza del asfalto, la presión del tiempo y la responsabilidad de la seguridad vial. Y los incumplimientos de las empresas, que se pueden denunciar.
Por eso, nuestra jubilación no puede ser igual a la de otras profesiones.
Merecemos un reconocimiento justo, una jubilación anticipada que refleje el verdadero desgaste que hemos sufrido, para poder disfrutar con dignidad de los años que nos quedan tras dedicar nuestra vida a mantener la economía y la movilidad de este país en marcha.
La pregunta resuena con fuerza en cada parada, en cada área de descanso: otros sectores, con trabajos que también entrañan riesgos y penosidad, ya han logrado el reconocimiento de su desgaste a través de coeficientes reductores de la edad de jubilación.
Mineros, trabajadores marítimos, personal de vuelo… sus años de esfuerzo en condiciones exigentes se traducen en la posibilidad de un retiro anticipado y merecido.
¿Por qué nosotros, las conductoras y conductores profesionales que día a día afrontamos la dureza del transporte por carretera, la fatiga, la exposición a accidentes y la presión constante, seguimos sin ver reconocida esta realidad?

¿Por qué nuestros años al volante no se valoran de la misma manera? Es una injusticia clarísima: si otros sectores con trabajos de riesgo ya disfrutan de coeficientes reductores, ¿por qué nosotros no?
Durante años, hemos entregado nuestra dedicación y nuestro esfuerzo a las carreteras, conectando ciudades, abasteciendo negocios y permitiendo que la sociedad avance.
Cada jornada ha implicado sacrificio, superando la fatiga, los riesgos inherentes a la profesión y la distancia de nuestros seres queridos. Hemos dado nuestra vida al volante, invirtiendo nuestro tiempo y nuestra salud en un trabajo esencial pero arduo.
Ahora, al acercarse el final de nuestra etapa laboral, no pedimos privilegios, sino justicia y equidad.
Es de justicia que se reconozca el desgaste físico y mental que hemos acumulado, y los perjuicios en nuestra salud. Es de equidad que se nos permita un retiro digno, acorde a los años de servicio y al sacrificio realizado.
Después de dar nuestra vida a las carreteras, merecemos un final de camino con la tranquilidad y el descanso que tanto nos hemos ganado.
Compañeros y compañeras de la carretera, ha llegado el momento de alzar la voz con una sola fuerza. Que esta reivindicación no se olvide.
Durante demasiado tiempo, hemos soportado en silencio la dureza y los riesgos de nuestra profesión, viendo cómo nuestro cuerpo y nuestra mente se desgastan sin el debido reconocimiento.
Pero la paciencia tiene un límite.
Es hora de dejar de lado la resignación y unirnos en un clamor unánime. Nuestra dedicación, nuestro sacrificio y la esencial labor que desempeñamos merecen una respuesta clara y contundente: una jubilación justa y anticipada.
No podemos permitir que nuestros años al volante se equiparen a trabajos menos exigentes.
La justicia y la equidad nos amparan.
Por eso, hoy más que nunca, el llamado es claro: ¡unámonos para exigir lo que nos corresponde: una jubilación justa y anticipada! Nuestra unión es nuestra mayor fuerza.
Todavía no hay nada conseguido. Por eso es tan importante que la lucha no decaiga. Que se siga hablando de los COEFICIENTES REDUCTORES DE LA EDAD DE JUBILACIÓN PARA EL TRANSPORTE POR CARRETERA.
Que tanto el Gobierno como los sindicatos mayoritarios sepan que no estamos dispuestas ni dispuestos a darnos por vencidos.
QUEREMOS LOS COEFICIENTES REDUCTORES DE LA EDAD DE JUBILACIÓN YA.
¡Luchemos juntos por un futuro de descanso merecido!