El «efecto Mateo» es un fenómeno conocido en sociología por el cual quienes más acumulan, más reciben, y quienes tienen poco, cada vez perciben menos. El conjunto del sistema capitalista, y España no es un caso aislado, muestran descarnadamente este hecho. Asistimos a un irremisible empobrecimiento de las clases populares, de las trabajadoras y trabajadores, en favor de unos beneficios cada vez más grotescos de las clases empresariales.
José Manuel Muñoz Póliz
Exsecretario general y militante de la CGT
En el último año las personas trabajadoras han sufrido una pérdida de poder adquisitivo del 5,71%, resultante del crecimiento medio de los precios del 8,4%, muy por encima de lo pactado en convenio en el sector privado, un 2,69%. Por su parte, las grandes empresas han mostrado unos resultados sobresalientes, pero ¿a costa de qué?
La evolución de las cuentas de resultados de las empresas muestra una recuperación de las tasas de beneficio a niveles previos a la pandemia con crecimientos récords de beneficios en 2021 y 2022. Sin embargo, en el mismo periodo, los hogares españoles muestran la mayor pérdida de renta de toda la OCDE en este periodo. Una caída del 7,8% de la renta[1] disponible de las familias en el tercer trimestre de 2022 respecto al último de 2019.
Y este efecto se recrudece en los hogares con una situación de mayor vulnerabilidad, entre enero y noviembre de 2022, la inflación ha reducido el poder de compra de los hogares en peor situación un 26 % más que el de aquellos con mayores ingresos[2]. En conjunto, la inflación ha supuesto una pérdida 121.000 millones de euros en salarios y ahorros en 2022[3]. Sin embargo, este dinero no se ha volatilizado, sino que ha pasado de los bolsillos de la clase trabajadora a engrosar otras cuentas. Así, a falta de los datos definitivos de 2022, la tasa de pobreza en España no ha dejado de aumentar desde la pandemia y en 2021 marcó un 27,8 % de la población española, unas 380.000 nuevas personas respecto al año anterior. En total, más de 13 millones de personas se encontraban en riesgo de pobreza o exclusión social[4].
Por su parte, en 2021 el beneficio de las empresas del IBEX 35 en su conjunto fue un 63 % superior al de 2019, un 55 % por encima de la media de los resultados de los cinco años pre pandemia (entre 2015 y 2019).[1] Los beneficios de las empresas no financieras han aumentado, de media, un 21% en los tres primeros trimestres de 2022. Este beneficio casi duplica al de 2021 y, dejando de lado el año de pandemia, quintuplica el beneficio de años anteriores[2]. En estos días estamos asistiendo a los asombrosos beneficios de la Banca, los seis bancos del Ibex-35 recogieron 20.850 millones de Euros de beneficios en 2022 mientras los salarios en convenio vieron aumentos de tan solo el 1,16%. En los primeros 9 meses de 2022, las energéticas del Ibex 35 han aumentado en un 41% su beneficio que ya fue histórico en 2021, por su parte los convenios del sector solo recogen un aumento del 1,92%. A nivel empresarial tenemos el mismo escenario, Inditex tuvo unos beneficios en los primeros 9 meses de más de 3.000 millones de Euros, un 24% más que el año anterior, mientras se negaba a equiparar y actualizar los salarios de sus trabajadoras y trabajadores.
Una vez instalados en este escenario, no hay perspectiva de que los precios, especialmente en el sector servicios, vayan a bajar. Una vez que se fija una tasa de venta es difícil que esta se reduzca. Y ahora, ¿qué hacer?
El BCE no ceja en su empeño de advertir sobre los riesgos de una segunda vuelta de inflación provocada por un aumento de salarios. Sin embargo, la evidencia publicada por el FMI nos dice que en un contexto de shock de demanda negativo, como el que está sucediendo en la economía global y española tras la pandemia, no hay relación entre salarios y precios. Esa relación puede suceder en la economía de EEUU, pero en Europa está más ligada a la subida de las energías. Añade que reducir los salarios no baja la inflación, simplemente provoca que los trabajadores pierdan poder adquisitivo. Sin embargo, cuando estos aumentan, la inflación baja de igual forma, pero el poder adquisitivo de los trabajadores se recupera antes.[3]
La otra respuesta estrella de los bancos centrales es la subida de tipos de interés, que continuará a lo largo de este año. El dogma liberal advierte que ante las crisis inflacionarias lo que hay que hacer es restringir el dinero en circulación y esto se haría a través de las subidas de los tipos. Bien, estos tipos de interés tienen un efecto directo que es el encarecimiento del valor de préstamo. Esto es, mayor margen de beneficios para el banco y una carga más pesada para familias, hogares y personas de clase trabajadora.
Los paquetes de medidas sociales destinados a paliar los efectos de la crisis y la inflación han mostrado unos efectos limitados. Ya sea por las fallas de diseño (IMV, ayudas rentas bajas…) como por la inequitativa distribución de las medidas, lo cierto es que el repunte de desigualdad y riesgo de pobreza nos pone frente a la evidencia de sus límites.
Los datos retratan el discurso oficial, la desigualdad en España tras la intervención del Estado es de las que menos se reducen de toda Europa, a 4,5 puntos de la media de la UE-27 y a 15 puntos de Suecia[4] mostrando una escasa capacidad redistributiva de las actuaciones del llamado Estado del Bienestar.
Otra de las ideas abordadas por el Gobierno fue el Pacto de Rentas, la contención salarial, que pese a estar oficialmente parado. Oficiosamente, todos lo sabemos, y el Banco de España lo explicita, «el pacto de rentas se está produciendo de facto.»[5] En otras palabras, los encargados de negociar los convenios están de rodillas ante la patronal mientras el gobierno mira para otro lado ante el robo al que se somete a la clase trabajadora.
Hemos mostrado en estas líneas que las trabajadoras sufren el abuso de la patronal, la estafa de las élites capitalistas y el abandono de gobiernos y sindicatos del régimen, para muestra la subida obscena del Presidente de la CEOE, el Sr.Garamendi, de un 9 % hasta los 400.000 euros al año.
Una situación que va más allá de lo salarial y se expande a las condiciones de trabajo. En este año más de 800 personas trabajadoras han muerto por causa del trabajo y son olvidadas, para pasar a formar parte de unas estadísticas que nunca ponen en marcha medidas efectivas que terminen con esta lacra.
El principal error al que nos enfrentamos es tratar de dar respuestas a cuestiones sistémicas como si fuese una cuestión coyuntural. Otro error es intentar dar respuestas con las herramientas propias de los mismos que han creado este sistema injusto y se aprovechan de él, es decir, aceptar sus reglas del juego. Y por último, ninguna respuesta será eficaz si no es colectiva.
Las luchas en los centros de trabajo están desbordando los cauces tradicionales de domesticación laboral. Las huelgas como las de Inditex, donde las trabajadoras y trabajadores se unieron para pasar por encima de los acuerdos de despacho que grandes sindicatos y patronal habían firmado a sus espaldas son muestra de que soplan vientos de cambio.
El pasado 17 de diciembre de 2022 miles de personas salieron a las calles en Madrid para reclamar mejores salarios y acabar con la estafa del aumento de precios. El día 11 de marzo lo harán en Barcelona, desde la delegación del gobierno para mostrar que ante la asfixiante subida de precios estamos dispuestos a presentar batalla.
Estamos construyendo las bases de una fuerza capaz de desbordar la inercia oficial hacia el desastre. Debemos ser capaces de vencer la apatía y la desidia de quienes nos dicen que esto es lo que hay, y no hay otro futuro posible. Afrontamos el reto de crear por nosotros y nosotras mismas los horizontes de cambio que nos permitan vivir libres.
No es tiempo de pedir permiso, ni de pedir limosnas. Es hora de tomar lo que es nuestro.