- El martes 13 de junio una trabajadora falleció en una de las plantas que la macroempresa de telemarketing tiene en Madrid. Su cuerpo yació al lado de su mesa durante tres horas, hasta que la jueza ordenó el alzamiento del cadáver.
- CGT y USO solicitan un protocolo de actuación a Konecta para desalojar la oficina si una operadora muere.
- Javier Bujarrabal, trabajador de la empresa en la que murió una mujer y continuaron trabajando, y delegado de prevención de riesgos laborales de CGT nos explica lo que ocurrió en ese Call Center de Madrid: «no hay protocolo».
Que no vuelva a pasar lo que ocurrió el martes 13 de junio: recibir la indicación de los responsables de planta de seguir contestando las llamadas de los clientes de Iberdrola cuando una compañera yacía en el suelo muerta tras ser infructuosa la asistencia médica de los servicios de emergencia. Les consideraron “trabajadores esenciales”, indica la delegada de CGT Rocío Camacho.
Inma se sintió indispuesta alrededor de las 12.30 horas, en el turno de la mañana. A las 12.43 llegó la primera ambulancia del Samur. Los sanitarios empezaron a reanimarla ante lo que parecía un infarto. Treinta minutos después fue declarada muerta, pero el cuerpo permaneció en el suelo, al lado de su escritorio, a la espera de que un juez de guardia ordenara el levantamiento del cadáver. El levantamiento se produjo unos minutos después de las 16h. En ese momento, aún quedaban tres trabajadoras atendiendo llamadas, explica Camacho.
Desde que la compañera falleció y hasta que la funeraria recogió su cuerpo pasaron unas tres horas. “La empresa tardó demasiado en actuar. Sobre las 14.30h apareció la técnico de prevención y empezó a mover a la gente, para que se fueran a su casa a trabajar mientras esperaba a la jueza. Había trabajadores bloqueados, contestando llamadas, Konecta actuó muy mal”, recalca. “El trato recibido fue inhumano”, señala.
Javier Bujarrabal, trabajador de esa empresa desde hace 23 años y delegado de prevención de riesgos laborales de CGT, quien nos ha contado cómo se actuó en todo momento. Afirma que «no se dio ninguna instrucción a ningún trabajador, con lo cual no se les explicó si tenían que salir o quedarse». De esta manera, «algunos trabajadores muy cercanos a la compañera fallecida se marcharon a su casa, otras personas se quedaron trabajando porque nadie les notificó lo que tenían que hacer».
Una de las principales dudas que surgen es la de si no existe un protocolo a seguir en estos casos tan extremos. Bujarrabal nos explica que no, «no hay protocolo, de hecho hoy nos estamos reuniendo con la empresa para llegar a una gestión de un protocolo para este tipo de situaciones». Además, revela que no se trata del primer suceso de este estilo que se da en la empresa: «no es la primera situación que ocurre en esta empresa, ya ha habido otras personas fallecidas por similares causas».
La noticia ha dejado a muchos totalmente sorprendidos. Sin embargo, parece que en la empresa no es algo ocurra de manera puntual, pues Javier Bujarrabal desvela que «la tónica habitual es que a los centros de trabajo de esta empresa acude el 112 de manera muy frecuente debido a crisis de ansiedad o crisis de pánico», puesto que «la gente trabaja muchas horas, a destajo, coge muchas llamadas al día, estamos hablando de más de 2.000 o 2.500 llamadas al día, una detrás de otra sin descansos de ningún tipo«. Añade que «un trabajador de cualquier empresa del sector de ‘telemarketing’ no se levanta de su puesto si su responsable directo no le dice que se levante, el motivo es porque evidentemente puede haber represalias contra ese trabajador, puede haber una sanción por incumplimiento de las normas«.
Rocío Camacho recuerda que el sector del contact center trabaja sobre una presión constante. “Nos piden mucha productividad, estamos muy machacadas y nos entra una llamada tras otra con muchos gritos de los clientes. Nos tratan mal, nos cuelgan y nosotras no somos máquinas”, alerta.
Konecta tiene un largo historial de abusos a sus trabajadoras. En el confinamiento de la pandemia, Konecta obligó a la plantilla a acudir al trabajo al considerar que la teleasistencia que ofrecían era parte de los trabajos esenciales que realizaban las empresas que les contrataban. El 31 de marzo de 2020, ante el fallecimiento de una trabajadora de 36 años por covid, CGT realizó un contundente comunicado al respecto.