Salvador Seguí (1886-1923) es una de las figuras más destacadas de la historia de la CNT y del movimiento obrero en el Estado español. El 10 de marzo se cumplen 100 años de su asesinato. Esperamos que esta singular efeméride contribuya al conocimiento, reflexión y debate sobre el pensamiento y la trayectoria del histórico militante anarcosindicalista, conocido como el Noi del Sucre.
Salvador Seguí, de orígenes humildes, nació el 23 de septiembre de 1886 en Lleida. Cuando tan sólo tenía un año, su familia emigró con él a Barcelona. A los 12 años dejó la escuela y comenzó a trabajar en diversos empleos. Desde joven tuvo inquietudes sociales y un gran interés por la lectura. Acudía habitualmente al Ateneo Enciclopédico Popular. Fue detenido en 1902 debido a su participación en la huelga de metalúrgicos (Ledesma, 2010: 234). Se sabe que de joven era un firme opositor de Lerroux y que frecuentaba el café Español, donde se relacionaba y debatía con anarquistas. En 1907, Salvador Seguí formó parte de una comisión para crear una organización unitaria de trabajadores en Catalunya, que finalmente se constituyó con la denominación de Solidaridad Obrera. Poco después tuvo lugar la revuelta obrera conocida como la Semana Trágica, en julio de 1909. No se conoce con seguridad su implicación en aquellos sucesos, existiendo versiones distintas y contradictorias sobre ello. En 1910 fue fundado el sindicato CNT. En septiembre de 1911, Salvador Seguí participó en el congreso constitutivo de la nueva organización anarcosindicalista celebrado en el Palacio de Bellas Artes. Concretamente, trabajó por aprobar un dictamen para sacar adelante un proyecto de unión con UGT (Vadillo, 2019: 120).
El nuevo sindicato convocó una huelga general. El Gobierno respondió con detenciones e ilegalizando a la CNT. La huelga fracasó y el sindicato no volvió a ser legalizado hasta 1914. Seguí participó activamente organizando la ayuda a las familias de los represaliados. Participó en el Congreso Obrero Internacional celebrado en Marsella en representación de la CNT. Colaboró con el periódico La Tramuntana, llegando a convertirse en su director (Soler, 2016: 81). En los inicios de la CNT, Seguí, como pintor, pertenecía al ramo de la construcción, siendo nombrado presidente de dicha federación en enero de 1915 (Lastra del Prado, 2013: 37). Aquel año participó activamente en una huelga de la construcción. De su oficio de pintor, su mujer recuerda que solo trabajaba “cuando encontraba trabajo. Porque los dueños enseguida lo echaban a la calle cuando veían que se dedicaba a abrir los ojos a los otros trabajadores. A última hora, acabaron por ponerse de acuerdo todos los pintores para no emplearlo”[1].
En aquellos años, España fue neutral en la I Guerra Mundial y abasteció a los Estados beligerantes, lo que supuso un significativo crecimiento de la producción industrial. Pero, a su vez, aumentó el paro en industrias ajenas a la guerra, mientras que la desigualdad, la especulación y los precios aumentaron desorbitadamente. El descontento social comenzó a ser generalizado en forma de huelgas, protestas callejeras, motines y saqueos. Fueron años de conflictividad laboral y de crecimiento de las organizaciones obreras. Particularmente, la CNT creció de forma espectacular. Como recuerda Álvarez Junco: “Entre 1910, año de su fundación, y 1916, la CNT puede decirse que apenas existió. En los cuatro años siguientes, por el contrario, y aunque limitada al área industrial de Barcelona, vivió un momento dorado, bajo la influencia de Salvador Seguí”[2]. En mayo de 1916 la CNT promovió la denominada Asamblea de Valencia, presidida por Seguí, con la intención de conseguir la unión sindical con un programa reivindicativo. Seguí defendió iniciar conversaciones con la UGT para desarrollar acciones unitarias. Ambos sindicatos acordaron una campaña de mítines conjuntos y la convocatoria de una huelga general para el 18 de diciembre de 1916 contra la subida de los precios. Posteriormente, las huelgas se extendieron y el malestar generalizado desembocó en la llamada crisis de 1917. En julio de aquel año tuvo lugar una huelga de ferroviarios en Valencia, que precipitó los acontecimientos y se extendió hasta convertirse en general. El gobierno respondió declarando el estado de guerra. Seguí formó parte del comité de huelga en Barcelona. En esos días, la actividad en la CNT fue frenética. Antonio Soler (2016: 130) expone que “Seguí, Pestaña y Viadiu viven esos días y noches en la calle. Van de refugio en refugio, afrontan peligros. Coordinan los enlaces, distribuyen fuerzas y hace que el paro y la lucha se mantenga en medio de la confusión”. Las juntas militares y la asamblea de parlamentarios no apoyaron la huelga, lo que provocó malestar en Seguí[3]. La huelga fracasó y se calcula que hubo 71 muertos, 150 heridos y unos 2.000 detenidos. Seguí consiguió esconderse para evitar ser detenido.
La huelga de La Canadiense
En junio de 1918, la CNT celebró un congreso en el Ateneo Racionalista de Sants, en el que Salvador Seguí fue elegido secretario general. En enero de 1919 participó en un mitin que concluyó al grito de “¡Muera Cambo!¡Viva la Comuna!” (Aisa, 2019: 145). Tres días después, el gobierno suspendió las garantías constitucionales y se cerraron los locales de la CNT. Numerosos cenetistas fueron detenidos, entre ellos Salvador Seguí. Poco después se produjo un conflicto laboral en la compañía eléctrica Riegos y Fuerzas del Ebro (llamada La Canadiense). Ferran Aisa (2019: 131) explica que la empresa “pedía más beneficios y menos gastos, y eso solo se podía hacer abaratando los sueldos de los empleados y subiendo los recibos de luz a los ciudadanos”. La empresa comunicó a ocho trabajadores que serían fijos, pero con una reducción del salario. Los empleados no aceptaron y fueron despedidos, siendo todos ellos de la CNT. Inmediatamente comenzó una espiral vertiginosa. Se sucedieron los despidos y las huelgas reclamando la readmisión y aumentos salariales. Pese a que al inicio del conflicto Seguí estaba detenido, se implicó activamente en el conflicto. Las huelgas se extendieron a otros sectores y Barcelona quedó paralizada. El gobierno decretó el estado de guerra, incautó la empresa y el Ejército intentó militarizar a los trabajadores de empresas en huelga. Estos se negaron masivamente y fueron apresados en el castillo de Montjuic. Seguí fue detenido de nuevo junto con numerosos cenetistas, siendo encerrados, primero, en el acorazado Pelayo y, luego, encarcelados en la cárcel Modelo. Finalmente, el Gobierno quiso negociar una salida al conflicto y envió mediadores para negociar con Seguí en la cárcel. Se llegó a un acuerdo para liberar a los detenidos y readmitir a los despedidos. La Canadiense prometió aumentos salariales, la jornada de ocho horas y el pago de la mitad de los salarios perdidos por la huelga. Salvador Seguí apoyó el acuerdo, aunque un sector del sindicato quería continuar la huelga. El gobierno concedió permiso para celebrar una asamblea de trabajadores en la plaza de toros de las Arenas para decidir si continuar o terminar la huelga. En el multitudinario acto hubo opiniones encontradas. Salvador Seguí intervino, y ante abucheos y peticiones del público de libertad inmediata de los presos, advirtió que la alternativa a rechazar el acuerdo era salir todos en ese momento e intentar sacar a los presos por la fuerza. Concretamente dijo “¿Queréis a los presos? ¿Los queréis? Entonces vamos a buscarlos. Yo voy con vosotros” (Soler, 2016: 160). El discurso pasó a la historia, y sobre el mismo han corrido ríos de tinta posteriormente. Juan Andrade recuerda:
Era un hombre de gran talento y un formidable orador. En un mitin en la plaza de toros de Barcelona fue una cosa extraordinaria cómo logró convencer a los cenetistas para que terminaran victoriosamente la huelga general de Barcelona, iniciada en La Canadiense. En cuanto hablaba Seguí, todo el mundo se inclinaba por sus propuestas (Pagés et al., 2011: 41).
Finalmente se acordó poner fin a los 44 días de huelga, prometiendo volver a la huelga si la patronal y/o el gobierno no cumplían lo prometido[4]. Se dio un plazo de 72 horas para para la liberación de todos los encarcelados. Pero no todos los presos salieron en libertad en dicho plazo. Milans del Bosch y Martínez Anido torpedearon los acuerdos, y el primero se negó a liberar a los presos sujetos a la jurisdicción militar. Antonio Soler (2016: 163) indica que “aquel fue el primer revés, la primera desautorización verdadera que moralmente iba a vivir el Noi del Sucre. Considerado por muchos un débil. Un posibilista que no había jugado las cartas hasta el final”. Ante el incumplimiento de los acuerdos, la CNT convocó una huelga general y se entró en una espiral de conflictividad y represión sangrienta. Se sucedieron atentados mortales contra sindicalistas y la patronal protagonizó a finales de 1919 un lock out. Salvador Seguí denunció activamente la violencia del gobierno y los militares, tildándola de barbarie. A su vez, se mostraba reacio al uso de la violencia. En una entrevista a El Heraldo de Madrid, defendió que “A nosotros no nos conviene matar a nadie. El arma nuestra no es el puñal ni el revólver, sino la huelga (…) La huelga general es el arma mejor que tenemos, es decir, la única arma que tenemos. En el sindicalismo, el único héroe que existe es el colectivo”[5].
Posteriormente, el Gobierno impulsó una comisión mixta de negociación, de la que formó parte Seguí como representante de la CNT, junto con la patronal y el gobierno. Se llegó a un acuerdo, pero la patronal se negó a suscribirlo. Incluso declaró un nuevo lock out que dejó a los trabajadores sin salarios. El 1 de noviembre Seguí fue víctima de un atentado (Lastra del Prado, 2013: 213). Al día siguiente se llegó a un acuerdo en la Comisión Mixta y días después se terminó el cierre patronal. Pero quienes se significaron en las movilizaciones fueron despedidos, lo que enfureció a Seguí. La Comisión Mixta fue boicoteada por la patronal y disuelta. Los enfrentamientos entre empresarios y trabajadores se recrudecieron y radicalizaron. El sector de la construcción inició una huelga y la patronal comenzó otro lock out. Se organizó una campaña de solidaridad por todo el país para conseguir fondos y ayuda a los obreros afectados por el cierre patronal. Fueron momentos de tensión interna en la CNT e incluso de riesgo de escisión. Un sector de la organización se opuso a la experiencia de las comisiones mixtas y a la estrategia sindical defendida por Seguí. En diciembre de 1919, la CNT celebró un Congreso en el Teatro de la Comedia de Madrid. Uno de los temas tratados fue sobre la relación con la UGT. Seguí defendió la fusión entre ambas centrales, pero el Congreso rechazó dicha propuesta. También se debatió la adhesión a la III Internacional. Pelai Pagés (2017: 31) sostiene que Seguí fue entonces de los partidarios de la adhesión: “sin ahorrar críticas a la revolución rusa, se manifestó a favor de una adhesión condicionada a la Tercera Internacional”.
La espiral de violencia y represión se recrudece
En 1919 se fundó el llamado Sindicato Libre, formado por esquiroles, confidentes policiales y pistoleros que, pagados por la patronal, protagonizaron una sangrienta campaña de terror contra militantes cenetistas. El 4 de enero de 1920 Salvador Seguí fue víctima de otro atentado. Poco después se clausularon los locales de la CNT y se ilegalizó al sindicato. Ferran Aisa (2019: 101) recuerda que “La CNT pasaba más tiempo ilegalizada que tolerada”. Fueron detenidos numerosos militantes, entre ellos Salvador Seguí, no siendo liberado hasta junio (Lastra del Prado, 2013: 83). Gerald Brenan recuerda que en ese momento “Los patronos pretendían que la CNT –central sindical a la que pertenecía el 80% de los trabajadores de Cataluña– fuese disuelta, y sus jefes fusilados” (2011: 126). Por otro lado, la UGT y la CNT llegaron a un acuerdo unitario contra los ataques violentos de los empresarios y se publicó un manifiesto conjunto, firmado entre otros por Seguí, en el que se atacaba duramente a los gobiernos de la monarquía, a los que se acusaba de “seguir servilmente los dictados de las patronales”, y se reivindicaba la unidad del proletariado haciendo un llamamiento a “cesar en toda España las querellas entre trabajadores organizados, para preocuparse únicamente de consolidar la fuerza del proletariado y hacer frente común: el capitalismo y sus servidores (…) Desde hoy, la actuación de todas las organizaciones obreras será homogénea. Irá contra la burguesía; irá contra el gobierno” (Padilla Bolivar, 1976: 231-233). Pero Seguí y sus partidarios no pudieron convencer a la mayoría del sindicato para desarrollar y continuar el pacto con la UGT, por lo que este no fue fructífero.
En octubre de 1920 Seguí sufrió otro atentado. Martínez Anido fue nombrado gobernador militar de Barcelona, pasando a la historia por sus violentos métodos represivos[6]. Gerald Brenan señala que el general Arlegui[7] (jefe de policía de Martínez Anido) armó a los pistoleros del Sindicato Libre y “les entregó una lista de jefes sindicalistas a los que había que liquidar lo antes posible. Durante las treinta y seis horas que siguieron, veinte dirigentes sindicalistas cayeron en la calle asesinados” (2011: 128). Se instauró la censura de prensa, se ilegalizó a la CNT y Seguí fue detenido. Fueron asesinados Josep Canela, del sindicato de hostelería de la CNT y amigo de Seguí, y Ramón Batalla, del sindicato de la construcción. También mataron al conocido abogado Francesc Layret, íntimo amigo de Seguí. La CNT convocó una huelga general para el 1 de diciembre, mientras que decenas de presos fueron deportados al castillo de la Mola, en Mahón. Salvador Seguí fue uno de ellos. Las cárceles en Barcelona se llenaron de cenetistas y se produjeron deportaciones masivas. Mientras estuvo encarcelado, Seguí impartió conferencias, leyó y escribió. Fuera de las cárceles numerosos militantes de la CNT morían tiroteados en las calles. Con la excusa de la ley de fugas, se disparaba mortalmente a detenidos alegando que intentaban huir camino a comisaría. En otras ocasiones, militantes de la CNT eran tiroteados según salían de la cárcel o de la comisaria. Evelio Boal, secretario general de la CNT, fue asesinado al salir de la cárcel en julio de 1921. Había salido junto con Antoni Feliu, tesorero de la CNT, que también fue asesinado. Además, los pistoleros de la patronal también atacaban a los abogados de CNT. Por otra parte, grupos de militantes anarquistas se organizaban para responder con atentados a políticos y empresarios. Paul Preston (2011: 145) señala que en 1921 “hubo cuatro asesinatos y nueve heridos en el bando de la patronal, mientras que entre los obreros fueron 69 asesinados y 59 heridos”.
En noviembre de 1921 Seguí fue trasladado a la cárcel de Barcelona y fue liberado en abril de 1922. Su mujer recuerda que “querían aplicarle la Ley de Fugas, y el gobernador de Barcelona pidió que lo trasladaran, pero el teniente coronel que mandaba en La Mola se negó a dar permiso para ello, porque vio lo que iba a sucederle a Seguí”[8]. En junio tuvo lugar un Pleno de la CNT en Zaragoza, en el que se acordó la salida de la CNT de la III Internacional, lo que provocó la ruptura con bolcheviques como Andreu Nin, que había sido secretario general del sindicato. En este debate, Seguí censuró que el poder no perteneciera a los sindicatos tras la revolución, manifestando que “Rusia ha triunfado revolucionariamente pero no ha podido vencer económicamente por no haber dado el Poder a los Sindicatos, se sobreentiende que no el Poder para imponer una dictadura, sino el Poder para regularizar la producción” (Diez, 2016: 219). Además, en aquel Pleno, Salvador Seguí fue elegido secretario general. Sus tesis, junto con las de Peiró y Pestaña, salieron reforzadas, pero las tensiones internas continuaron, mientras que los asesinatos de cenetistas continuaron siendo habituales. En agosto de 1922, Ángel Pestaña sufrió un atentado por el que tuvo que ser hospitalizado con heridas muy graves a causa de cuatro impactos de bala. Varios pistoleros hacían guardia en el hospital para consumar el asesinato. Estos escandalosos hechos se dieron a conocer y los periódicos difundieron una fotografía de Pestaña convaleciente en el hospital. La polémica llegó hasta el Congreso, en donde el diputado socialista Indalecio Prieto denunció la pasividad del gobierno. En octubre unos pistoleros asesinaron a Jaime Rubinat, afiliado a la CNT y primo de Salvador Seguí.
El asesinato
El 2 de enero de 1923 se celebró un pleno regional en la Barceloneta. Salvador Seguí no acudió. García Oliver hizo de moderador de aquella reunión y relató posteriormente en sus memorias que durante el desarrollo del pleno le entregaron una nota diciendo que si concedía la palabra a Seguí lo matarían[9]. Hecho que nos puede dar una idea de la elevada tensión interna que existía en aquellos momentos en CNT. García Oliver contó que “el oleaje siguió en crescendo y el prestigio de Seguí era de continuo atacado y socavado, como si fuese el enemigo y no tuviésemos enfrente a la sociedad burguesa y a sus armados sostenedores” (García Oliver, 1978: 612).
Seguí recibía anónimos con amenazas de muerte (Soler, 2016: 419). Era sobradamente conocido que la patronal seguía queriendo su cabeza. Antonio Salas se refiere a que estuvo en Cullera y que su presencia allí “ya había sido detectada hasta el punto de que pudo ser abortado un atentado en Sollana merced a la atenta vigilancia de los militantes de aquella comarca”[10]. Por entonces Seguí anunció su disposición a colaborar con los socialistas en una campaña por la retirada de España de Marruecos (Preston, 2019: 171). En un cine de Manresa dio una conferencia donde arremetió contra el gobierno por el desastre de Annual[11]. Teresa Muntaner recuerda que:
Días antes de que lo asesinaran, había recibido Seguí una carta de Macia, del que luego sería presidente de la Generalitat, diciéndole que tuviese cuidado, que querían matarlo. Quisieron ponerle dos policías que lo protegiesen –ya no estaba Martínez Anido de gobernador– pero Seguí dijo que no los necesitaba (…) Era un hombre valiente, y no quería humillaciones, como la de que dos policías lo acompañasen por todas partes[12].
El último mitin en el que participó fue en Tarragona y había previsto otro en Flix al día siguiente. Antes paró en Barcelona. El viernes 9 de marzo por la noche asistió con su mujer e hijo al Teatro Cómico del Paralelo, a una función a beneficio de los presos políticos. A la salida se marcharon en un taxi. Les siguió un coche en el que entre sus ocupantes iban personas con intención de matarlo (Soler, 2016: 426; Lastra del Prado, 2013: 118-119). La mujer de Seguí explicó que
Al regreso cogimos un coche –era tarde y vivíamos lejos, en la barriada de la Sagrada Familia–. Me fijé que el chofer no para de mirar por el retrovisor: un coche nos estaba siguiendo. Llegamos a casa y el coche detrás. Seguí despidió al chofer que nos había llevado y fuimos a entrar. El coche que nos seguía se detuvo delante de nuestra puerta. (…) Él salió y se puso entre nosotros y el coche: si tenéis valor, disparad. No llevaba revolver ese día, iba desarmado… Supongo que al verme embarazada y con el pequeño Heleni al lado, debieron de pensar que ya lo encontrarían otro día solo, que aquello iba a ser una carnicería… El caso es que se marcharon[13].
El 10 de marzo fue al bar Tostadero a cobrar un trabajo de pintura que había hecho con otros compañeros a Companys. Luego había quedado con Pere Foix. Estuvo con su compañero Francesc Comas Pages, apodado Perones. Fueron al bar La Trona. Perones fue a comprar tabaco y Seguí lo esperó fuera. En ese momento, en la calle Cadena con San Rafael, en el barrio del Raval de Barcelona, sobre las 19:00 h de la tarde, tres pistoleros, Inocencio Feced[14] entre ellos, lo mataron a tiros. Su amigo Perones fue herido y murió poco después. Salvador fue enterrado en Montjuic el 12 de marzo en un nicho anónimo, sin que las autoridades avisaran a nadie, ni siquiera a la familia. Únicamente asistieron al sepelio Lluis Companys y Agustí Castella. La CNT protestó y para que no ocurriera lo mismo con Francesc Comas (muerto el 13 de marzo) exigieron que su entierro fuera público. Finalmente lo consiguieron y hubo una manifestación multitudinaria. Por otro lado, la CNT inició una campaña de actos de represalia y el día 13 de marzo llamaron a la huelga. Por su parte, la policía procedió a detener a anarquistas en un intento de hacer creer que habían sido los culpables. Su asesinato causó una gran rabia y conmoción en el movimiento obrero. La prensa socialista publicó condenas y protestas, exigiendo castigar a los autores[15].
Sobre la autoría material e intelectual del asesinato se han escrito distintas versiones, unas complementarias entre sí y otras contradictorias. Paul Preston (2019: 170) ha expuesto que a los culpables “les ayudaron a huir policías bajo la dirección del capitán Lasarte. El atentado fue organizado por Pere Martin Homs, que había orquestado el asesinato de Layret y el falso atentado contra Martínez Anido. Una vez más, la operación fue financiada por el empresario Maties Muntadas”. El histórico cenetista Antonio Salas defendió que
Seguí fue víctima de las bandas de pistoleros del Libre, de la vesania del poder político y policial al servicio de los intereses de la burguesía y los oligarcas que veían en él al hombre capaz de interpretar y galvanizar a los trabajadores para que éstos fuesen nunca jamás considerados como esclavos o mercancía[16].
“El atentado lo llevaron a cabo miembros del Sindicato Libre pagados por la patronal”.
eguí cayó abatido por las balas de un grupo de pistoleros de la Patronal de Barcelona –no del Libre, como se ha vulgarizado– capitaneado por Homs, un día abogado de la CNT, después pistolero de la policía y finalmente de la burguesía”. Por su parte, Angel Pestaña (1971: 56) escribió que
sabemos hoy que por el atentado que costó la vida a Salvador Seguí y a su amigo Francisco Comas (a) Paronas, se pagaron muchos miles de pesetas y se hizo subir a veinticinco mil la cantidad, afirmándose que fue uno de los hermanos Muntadas, de la España Industrial, ya muerto, el que las pagó. Íntimo de Martínez Anido, se le atribuyen otras intervenciones en los sucesos de aquellos tiempos.
Abel Paz (1996: 92) se ha referido al asesinato planteando que “Los mercenarios que lo asesinaron habían recibido una importante cantidad de dinero de Ángel Grauperá, presidente de la Federación Patronal, para que liquidaran a Seguí”.
Un testimonio excepcional lo encontramos en Teresa Muntaner, la mujer de Salvador Seguí, quien estaba embarazada cuando fue asesinado. En 1973, manifestó que
El atentado lo llevaron a cabo miembros del Sindicato Libre pagados por la patronal”[17], y que “Cuando le dispararon, cayó en seguida, pero todavía tuvo fuerzas para sacar la Browning que aquel día sí la llevaba encima. Pero no duró casi nada. La mujer de Ángel Pestaña, que vivía cerca de allí, al interesarse del asesinato, acudió con ropa para taparlo. Perones quedó herido en el vientre, lo llevaron primero a una tocinería cercana y después al hospital de San Pablo. Vivió veinticuatro horas[18].
También explicó cómo sacaron el cadáver de Seguí del hospital: “en un momento de descuido, lo sacaron a escondidas y lo enterraron enseguida para que no hubiera manifestación. Entonces fue cuando al morir también Perones, se exigió que no pasara lo mismo y hubo un entierro memorable”[19]. También dijo que estaba enterrado “en el cementerio civil de Montjuic” y que el administrador del cementerio “era amigo de Seguí, y se negó a enterrarlo sin que lo viese la familia. No me dejaron ir a verlo, pero Castella fue con Heleni para que este viera a su padre por última vez. Mejor que no hubiese ido, porque se asustó al verlo tan desfigurado por las balas y se puso a correr cuesta abajo, allí en el cementerio, y no podían detenerlo”. Teresa tras la guerra civil se exilió en Toulouse (Lastra del Prado, 2013: 54).
Salvador Seguí y su pensamiento
Muy a nuestro pesar, y salvo excepciones, ha existido un gran vacío historiográfico en torno al noi del sucre. Aun así, diversos autores, historiadores y personas que le conocieron han opinado sobre las cualidades, carácter, ideas y personalidad de Seguí. Quienes lo conocieron coinciden en resaltar su excelente capacidad organizativa y brillante oratoria. Anselmo Lorenzo dijo que Seguí “es un muchacho que promete mucho; estudioso, muy valiente y buen organizador” (Lastra del Prado, 2013: 48). Antonio Padilla (1976: 222) lo consideraba “el dirigente de más talla que tuvo la Confederación”. García Oliver (1978: 610) comenta en sus memorias que era un buen orador y que daba gusto oírle hablar”. Para Manuel Buenacasa
nadie en España le igualaba por entonces como orador de masas; en mi opinión, nadie ha llegado a igualarle, hasta hoy. Fue en su tiempo el hombre más popular del país. Y en su región natal, verdadera institución. Las más eminentes personalidades de Cataluña sentíase honrados con la amistad de Seguí. Entre los hombres de la CNT, los amigos del Noi formaban una legión”(1977: 203).
Para el cenetista Antonio Salas “su intensa militancia y su firmeza, junto a una intuición sorprendente de las situaciones, hicieron de él uno de los más valiosos dirigentes de la CNT”[20]. Joan Peiró dijo que
Era el indomable, de los que saben mantener su criterio con toda independencia, y por eso tuvo enemigos irreconciliables entre sus propios compañeros, cuya generalidad de esos enemigos han comprendido luego el inmenso valor perdido para nuestros medios desde el día en que las balas asesinas abatieron por siempre a Salvador Seguí (Lastra del Prado, 2013: 54-55).
Federica Montseny resaltó su oratoria, influencia y prestigio (1987: 39). Juan Andrade recuerda que Andreu Nin polemizó con Ángel Pestaña, pero apreciaba a Salvador Seguí. Pelai Pagés cuenta que en una ocasión el propio Nin, tras ser liberado de una detención, “fue a Comarruga, en la costa tarraconense, con Salvador Seguí y otros sindicalistas para descansar ocho o diez días, tras los cuales volver inmediatamente al combate sindical” (2010: 96). Joaquim Maurín escribió sobre la primera vez que vio a Seguí en un mitin en Lleida:
Era un gran agitador, el gran organizador, el gran líder del movimiento sindicalista. Como orador popular no tenía rival. Viéndole en la tribuna y escuchándole, uno no podía por menos que pensar en Danton. Fue el dirigente con mayores condiciones personales que ha producido el movimiento obrero español en lo que va de siglo (Aisa, 2019: 132).
Además, despertó simpatías en revolucionarios de otros países, como Víctor Serge. En el ámbito de los historiadores Teresa Abelló considera que Seguí fue “el más completo y popular de los dirigentes obreros que Cataluña ha formado” (1997: 98). José Luis Ledesma lo define como un “hombre de acción sindical” y “maestro de la oratoria”. Incluso “un organizador nato del sindicalismo y un estratega capaz de pensar en el medio y largo plazo”[21].
También se ha escrito y opinado sobre el pensamiento y las posiciones ideológicas de Salvador Seguí. Se ha analizado su evolución ideológica y cómo influyó su asesinato en la CNT. En este sentido existen opiniones contradictorias y de todo tipo. Entre sus detractores se encuentran quienes lo acusaron de querer participar en un partido político, o incluso fundarlo. Entre ellos se encuentran Juan Andrade o Juan Montseny. Otros negaron dichas acusaciones. Simo Piera, presidente del comité de huelga de La Canadiense, manifestó: “yo no creo que el Noi del Sucre hubiese fundado un movimiento político con Layret. Lo que sí puede que hubiera pasado es que apoyara con seriedad la acción de Layret” (Soler, 2016: 400). Manuel Buenacasa manifestó que
algunos compañeros han querido sostener que Seguí no era anarquista; y puedo probar lo contrario sin temor a ser desmentido. Pero no es mi objeto al redactar esos apuntes. Baste decir que fue asesinado porque el enemigo lo consideraba como el más influyente de todos cuantos en Cataluña se proclamaban anarquistas (1977: 204).
Por su parte, el historiador José Luis Ledesma considera que en su ideario estaba la “idea de que la clase obrera no debería ser antipolítica per se, sino contraria a la política de las instituciones burguesas, y que se podía luchar no solo por implantar el comunismo libertario, sino también por objetivos menores”[22]. Algunas fuentes indican que en 1918 Seguí rechazó la oferta electoral de dirigentes socialistas, quienes intentaron convencerlo para presentarse a las elecciones como candidato del PSOE[23]. Además, hay fuentes disponibles en las que el mismo Seguí se pronuncia al respecto. En una entrevista a El Heraldo de Madrid de 1919, cuando el periodista especula con que se convierta en diputado por Barcelona, el mismo Salvador contesta: “Mire, no diga eso. Yo no seré nunca diputado. ¡Se lo aseguro! Es ofenderme hablar de ello”[24], y matiza que “no es odio al Parlamento; es sencillamente que nos hemos dado cuenta de que el sistema fiscal parlamentario es completamente inútil. Eso hay que dejarlo como una cosa sobre la que no vale la pena de ocuparnos”[25].
Es conocido que tras el asesinato de Seguí la CNT experimentó cambios estratégicos y tácticos[26]. Respecto a la hipótesis sobre cuál hubiese sido la evolución de la CNT de haber continuado Seguí con vida, Teresa Abello ha planteado que los “grupos de acción”, como Los Solidarios, “vieron reforzadas sus posiciones tras el asesinato de Salvador Seguí, líder del sector sindicalista. No hay duda que este crimen truncó un proyecto sindical cenetista catalán y dejó el camino libre al insurreccionalismo libertario” (1997: 105). Gabriel Jackson (1977: 44) planteó que “Hacia 1922, la influencia de Pestaña y Seguí estaba en declive y el asesinato de este último al año siguiente acabó con la tímida expectativa de que la CNT repudiase las bombas y las pistolas”. Por su parte, José Luis Ledesma ha planteado que
En ocasiones sobrevuela su trayectoria la tentación de preguntarse si su posibilismo le hubiera llevado a caminar por similares vías a las transitadas en los años treinta por Ángel Pestaña. Sin embargo, por un lado, hay también quienes defienden una trayectoria valiente que supo adaptarse a circunstancias muy complejas. Y por otro, su prematura muerte hace que esas preguntas se queden en el nivel de la historia contrafactual[27].
Abel Paz escribió que el sindicalismo “impulsado por Salvador Seguí y Pestaña, atemorizaba a la burguesía”. Quizá una de las definiciones más equilibradas la encontramos en Pelai Pagés cuando explica:
Las posiciones de Seguí, que algunos consideraban reformistas, implicaban un análisis continuado de las diferentes situaciones por las que atravesaba en cada momento la lucha de clases, y así poder determinar cuál tenía que ser la actuación que se debía emprender en cada momento. Eso llevaba a transacciones y reflujos temporales en el movimiento de masas que en momentos cruciales podían impedir la realización de acciones claramente suicidas, como había sucedido en la primera fase de la huelga de La Canadiense (Pagès, 2010: 87).
Ha habido mayor coincidencia en señalar que Seguí no propugnaba posiciones sectarias, siendo un firme partidario de la unidad sindical con la UGT. Apostaba por ganar conflictos laborales, siendo reacio a decisiones suicidas o aventuradas de dudosa eficacia. Rodrigo Lastra del Prado afirma que “buscó la unidad del sindicalismo para dotarlo de una estructura más fuerte y también buscó la unión entre socialistas y anarcosindicalistas” (2013: 42). Algunos historiadores consideran que desde las filas socialistas tenían mayor consideración hacía Seguí que hacia otros sectores de la CNT. Gabriel Jackson incide en que “Besteiro y Largo Caballero tal vez concibieran posible una cooperación con Seguí y Pestaña, mas ¿qué hacer con los pistoleros anónimos a los que no repudiaban expresamente los dirigentes anarquistas?” (Jackson, 1977: 43). Paul Preston sostiene que la alianza de la CNT y la UGT de 1916 sobrevivió “gracias a que, en esa época, la dirección de la CNT estaba en manos de un dúo integrado por el relojero Ángel Pestaña y el pintor de paredes Salvador Seguí”. También sostiene que “los sindicalistas más reflexivos como Ángel Pestaña y Salvador Seguí estaban dispuestos a organizar huelgas conjuntamente con la UGT” (Preston, 2019: 127)
También hay coincidencia en señalar que Seguí era un firme defensor de que los trabajadores recibieran formación y educación. Cuando fue elegido secretario del Ateneo Sindicalista, procedió a organizar una biblioteca. Era un firme partidario de fomentar la educación y cultura entre la clase obrera y le preocupaba el analfabetismo y la falta de formación existente entre los trabajadores. Por este motivo defendía la necesidad de la implicación del sindicato para fomentar la formación y la cultura en la clase obrera. En el Congreso del Teatro de la Comedia dijo que
si ahora la burguesía pusiese en nuestras manos la responsabilidad de la cosa pública, nosotros nos veríamos obligados a rehusar esa responsabilidad, porque el pueblo está falto de preparación para una tarea fundamentalmente transformadora de la sociedad actual (Padilla, 1976: 259).
Además, también fue un firme defensor del sindicato como protagonista y organizador de una sociedad sin clases sociales[28].
A modo de conclusión, el noi del sucre es un referente histórico del sindicalismo. A 100 años de su trágico asesinato, debemos mantener vivo su recuerdo y reivindicar a quien fue un militante revolucionario abnegado y excepcional que dedicó su vida al movimiento obrero y que defendió con firmeza los intereses de la clase trabajadora.
Raúl Navas es delegado de la CGT en Correos Madrid
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Notas:
[1] Huertas Clavería, Josep María “El noi del Sucre”. Triunfo, 548, 3/03/1973, p. 33.
[2] Álvarez Junco, José, en Casanova (2010: 14)
[3] “Seguí se siente abandonado por los políticos de izquierda y por los catalanistas, que en principio estaban comprometidos con la huelga”, Soler (2016: 129).
[4] “Si las autoridades no cumpliesen la palabra que tienen empeñada, entonces habría que volver a la huelga, porque no hacerlo sería cobardía”, La Vanguardia, 20/03/1919.
[5] El Heraldo de Madrid, 4/10/1919
[6] “Durante los dos años que permaneció en el cargo, desde noviembre de 1920, la represión estatal llegaría a su cenit. Empeñado en la total erradicación del movimiento obrero en la ciudad, Martínez Anido impuso una política de terrorismo policial y de absoluta falta de respeto por las leyes, que incluía la aplicación de la ley de fugas, es decir, el asesinato de los sindicalistas detenidos con la excusa de que trataban de escapar”, en Avilés, Juan; Elizalde, M. Dolores y Suerio Seoane, Susana (2002: 262).
[7] “Arlegui se jactó ante la prensa de haber disuelto 65 sindicatos y clausurado 32 locales obreros”, en Tuñón de Lara, Manuel (2000: 108)
[8] Huertas Clavería, Josep María, ibidem, p. 33.
[9] “Durante las sesiones de mañana y tarde, los debates transcurrieron normalmente. No así la sesión de la noche. Como secretario de Palabras tenía al compañero Arín, de la Metalurgia. Alguien me hizo pasar un papelito que decía: `Compañero presidente, nos hemos enterado de que en la sesión de esta noche tomará la palabra el Noi de Sucre. Te advertimos que si le otorgas la palabra, lo mataremos aquí. El Grupo Fecundidad. Me quedé lívido. ¿Cómo era posible?”, García Oliver (1978: 72).
[10] Salas, Manuel “El asesinato de Salvador Seguí”. Polémica, 1/04/1983.
[11] “Seguí fue duro, implacablemente detallista sobre los verdaderos responsables del desastre de Annual, y afirmó su propósito de llevar el contenido de aquella conferencia a todos los escenarios del país. Yo no pude por menos que pensar: “Si no te matan”. Y así fue. Lo mataron los de la camarilla del rey. Utilizaron el equipo de pistoleros de Homs”, García Oliver (1978: 74).
[12] Huertas Clavería, Josep María, ibidem, p. 34.
[13] Huertas Clavería, Josep María, ibidem, p. 34
[14] “uno de los dueños del pistolerismo en Barcelona” en Aisa, Ferran (2019: 259).
[15] “Lamentamos la muerte de Seguí, protestamos contra el crimen, exigimos castigo sereno y legal contra los autores”, El Socialista, 12/03/1923, n. 4395, p. 1
[16] Salas, Manuel “El asesinato de Salvador Seguí”. Polémica, 1/04/1983
[17] Huertas Clavería, Josep María, ibidem, pp. 34 y 35.
[18] Huertas Clavería, Josep María, ibidem, p. 35.
[19] Huertas Clavería, Josep María, ibidem, p. 35.
[20] Salas, Manuel “El asesinato de Salvador Seguí”. Polémica, 1/04/1983.
[21] Ledesma, José Luis (2010) “20 personajes clave”, en Casanova (2010: 235).
[22] Ledesma, ibid.
[23] Salas, Manuel “El asesinato de Salvador Seguí”. Polémica, 1/04/1983.
[24] El Heraldo de Madrid, 4/10/1919.
[25] El Heraldo de Madrid, 4/10/1919.
[26] “Las tensiones entre los anarquistas “puros” u ortodoxos y la corriente estrictamente sindicalista se resolverían, en repetidas ocasiones, a favor de los primeros, muy especialmente después del asesinato de Salvador Seguí, en marzo de 1923”, Cuadrat (1976).
[27] Ledesma, Jose Luis (2010) “20 personajes clave”, en Casanova (2010: 236).
[28] “Salvador Seguí defendió la suficiencia de los Sindicatos como instrumento básico de organización de una Nueva Sociedad, después de la Revolución, en la importante conferencia que pronunció en la Casa del Pueblo de Madrid, el 4 de octubre de 1919”, Cuadrat (1976: 12).